Indice

Daniel 4

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12

à àÂðÈä ðÀáåÌëÇãÀðÆöÌÇø, ùÑÀìÅä äÂåÅéú áÌÀáÅéúÄé, åÀøÇòÀðÇï, áÌÀäÅéëÀìÄé. 1 NABUCODONOSOR rey, á todos los pueblos, naciones, y lenguas, que moran en toda la tierra:  Paz os sea multiplicada:
á çÅìÆí çÂæÅéú, åÄéãÇçÂìÄðÌÇðÄé; åÀäÇøÀäÉøÄéï, òÇì-îÄùÑÀëÌÀáÄé, åÀçÆæÀåÅé øÅàùÑÄé, éÀáÇäÂìËðÌÇðÄé. 2 Las señales y milagros que el alto Dios ha hecho conmigo, conviene que yo las publique.
â åÌîÄðÌÄé, ùÒÄéí èÀòÅí, ìÀäÇðÀòÈìÈä ÷ÈãÈîÇé, ìÀëÉì çÇëÌÄéîÅé áÈáÆì:  ãÌÄé-ôÀùÑÇø çÆìÀîÈà, éÀäåÉãÀòËðÌÇðÄé. 3 ¡Cuán grandes son sus señales, y cuán potentes sus maravillas! Su reino, reino sempiterno, y su señorío hasta generación y generación.
ã áÌÅàãÇéÄï òììéï (òÈìÌÄéï), çÇøÀèËîÌÇéÌÈà àÈùÑÀôÇéÌÈà, ëùãéà (ëÌÇùÒÀãÌÈàÅé), åÀâÈæÀøÇéÌÈà; åÀçÆìÀîÈà, àÈîÇø àÂðÈä ÷ÃãÈîÅéäåÉï, åÌôÄùÑÀøÅäÌ, ìÈà-îÀäåÉãÀòÄéï ìÄé. 4 Yo Nabucodonosor estaba quieto en mi casa, y floreciente en mi palacio.
ä åÀòÇã àÈçÃøÅéï òÇì ÷ÈãÈîÇé ãÌÈðÄéÌÅàì ãÌÄé-ùÑÀîÅäÌ áÌÅìÀèÀùÑÇàöÌÇø, ëÌÀùÑËí àÁìÈäÄé, åÀãÄé øåÌçÇ-àÁìÈäÄéï ÷ÇãÌÄéùÑÄéï, áÌÅäÌ; åÀçÆìÀîÈà, ÷ÈãÈîåÉäÄé àÇîÀøÅú. 5 Vi un sueño que me espantó, y las imaginaciones y visiones de mi cabeza me turbaron en mi cama.
å áÌÅìÀèÀùÑÇàöÌÇø, øÇá çÇøÀèËîÌÇéÌÈà--ãÌÄé àÂðÈä éÄãÀòÅú ãÌÄé øåÌçÇ àÁìÈäÄéï ÷ÇãÌÄéùÑÄéï áÌÈêÀ, åÀëÈì-øÈæ ìÈà-àÈðÅñ ìÈêÀ; çÆæÀåÅé çÆìÀîÄé ãÄé-çÂæÅéú åÌôÄùÑÀøÅäÌ, àÁîÇø. 6 Por lo cual yo puse mandamiento para hacer venir delante de mí todos los sabios de Babilonia, que me mostrasen la declaración del sueño.
æ åÀçÆæÀåÅé øÅàùÑÄé, òÇì-îÄùÑÀëÌÀáÄé; çÈæÅä äÂåÅéú--åÇàÂìåÌ àÄéìÈï áÌÀâåÉ àÇøÀòÈà, åÀøåÌîÅäÌ ùÒÇâÌÄéà. 7 Y vinieron magos, astrólogos, Caldeos, y adivinos:  y dije el sueño delante de ellos, mas nunca me mostraron su declaración;
ç øÀáÈä àÄéìÈðÈà, åÌúÀ÷Äó; åÀøåÌîÅäÌ éÄîÀèÅà ìÄùÑÀîÇéÌÈà, åÇçÂæåÉúÅäÌ ìÀñåÉó ëÌÈì-àÇøÀòÈà. 8 Hasta tanto que entró delante de mí Daniel, cuyo nombre es Beltsasar, como el nombre de mi dios, y en el cual hay espíritu de los dioses santos, y dije el sueño delante de él, diciendo:
è òÈôÀéÅäÌ ùÑÇôÌÄéø åÀàÄðÀáÌÅäÌ ùÒÇâÌÄéà, åÌîÈæåÉï ìÀëÉìÌÈà-áÅäÌ; úÌÀçÉúåÉäÄé úÌÇèÀìÅì çÅéåÇú áÌÈøÈà, åÌáÀòÇðÀôåÉäÄé éãøåï (éÀãåÌøÈï) öÄôÌÀøÅé ùÑÀîÇéÌÈà, åÌîÄðÌÅäÌ, éÄúÌÀæÄéï ëÌÈì-áÌÄùÒÀøÈà. 9 Beltsasar, príncipe de los magos, ya que he entendido que hay en ti espíritu de los dioses santos, y que ningún misterio se te esconde, exprésame las visiones de mi sueño que he visto, y su declaración.
é çÈæÅä äÂåÅéú áÌÀçÆæÀåÅé øÅàùÑÄé, òÇì-îÄùÑÀëÌÀáÄé; åÇàÂìåÌ òÄéø åÀ÷ÇãÌÄéùÑ, îÄï-ùÑÀîÇéÌÈà ðÈçÄú. 10 Aquestas las visiones de mi cabeza en mi cama:  Parecíame que veía un árbol en medio de la tierra, cuya altura era grande.
éà ÷ÈøÅà áÀçÇéÄì åÀëÅï àÈîÇø, âÌÉãÌåÌ àÄéìÈðÈà åÀ÷ÇöÌÄöåÌ òÇðÀôåÉäÄé, àÇúÌÇøåÌ òÈôÀéÅäÌ, åÌáÇãÌÇøåÌ àÄðÀáÌÅäÌ; úÌÀðËã çÅéåÀúÈà îÄï-úÌÇçÀúÌåÉäÄé, åÀöÄôÌÀøÇéÌÈà îÄï-òÇðÀôåÉäÄé. 11 Crecía este árbol, y hacíase fuerte, y su altura llegaba hasta el cielo, y su vista hasta el cabo de toda la tierra.
éá áÌÀøÇí òÄ÷ÌÇø ùÑÈøÀùÑåÉäÄé, áÌÀàÇøÀòÈà ùÑÀáË÷åÌ, åÌáÆàÁñåÌø ãÌÄé-ôÇøÀæÆì åÌðÀçÈùÑ, áÌÀãÄúÀàÈà ãÌÄé áÈøÈà; åÌáÀèÇì ùÑÀîÇéÌÈà éÄöÀèÇáÌÇò, åÀòÄí-çÅéåÀúÈà çÂìÈ÷ÅäÌ áÌÇòÂùÒÇá àÇøÀòÈà. 12 Su copa era hermosa, y su fruto en abundancia, y para todos había en él mantenimiento.  Debajo de él se ponían á la sombra las bestias del campo, y en sus ramas hacían morada las aves del cielo, y manteníase de él toda carne.
éâ ìÄáÀáÅäÌ îÄï-àðåùà (àÂðÈùÑÈà) éÀùÑÇðÌåÉï, åÌìÀáÇá çÅéåÈä éÄúÀéÀäÄá ìÅäÌ; åÀùÑÄáÀòÈä òÄãÌÈðÄéï, éÇçÀìÀôåÌï òÂìåÉäÄé. 13 Veía en las visiones de mi cabeza en mi cama, y he aquí que un vigilante y santo descendía del cielo.
éã áÌÄâÀæÅøÇú òÄéøÄéï ôÌÄúÀâÈîÈà, åÌîÅàîÇø ÷ÇãÌÄéùÑÄéï ùÑÀàÅìÀúÈà; òÇã-ãÌÄáÀøÇú ãÌÄé éÄðÀãÌÀòåÌï çÇéÌÇéÌÈà ãÌÄé-ùÑÇìÌÄéè òìéà (òÄìÌÈàÈä) áÌÀîÇìÀëåÌú àðåùà (àÂðÈùÑÈà), åÌìÀîÇï-ãÌÄé éÄöÀáÌÅà éÄúÌÀðÄðÌÇäÌ, åÌùÑÀôÇì àÂðÈùÑÄéí, éÀ÷Äéí òìéä (òÂìÇäÌ). 14 Y clamaba fuertemente y decía así:  Cortad el árbol, y desmochad sus ramas, derribad su copa, y derramad su fruto:  váyanse las bestias que están debajo de él, y las aves de sus ramas.
èå ãÌÀðÈä çÆìÀîÈà çÂæÅéú, àÂðÈä îÇìÀëÌÈà ðÀáåÌëÇãÀðÆöÌÇø; åàðúä (åÀàÇðÀúÌÀ) áÌÅìÀèÀùÑÇàöÌÇø ôÌÄùÑÀøÅà àÁîÇø, ëÌÈì-÷ÃáÅì ãÌÄé ëÌÈì-çÇëÌÄéîÅé îÇìÀëåÌúÄé ìÈà-éÈëÀìÄéï ôÌÄùÑÀøÈà ìÀäåÉãÈòåÌúÇðÄé, åàðúä (åÀàÇðÀúÌÀ) ëÌÈäÅì, ãÌÄé øåÌçÇ-àÁìÈäÄéï ÷ÇãÌÄéùÑÄéï áÌÈêÀ. 15 Mas la cepa de sus raíces dejaréis en la tierra, y con atadura de hierro y de metal entre la hierba del campo; y sea mojado con el rocío del cielo, y su parte con las bestias en la hierba de la tierra.
èæ àÁãÇéÄï ãÌÈðÄéÌÅàì ãÌÄé-ùÑÀîÅäÌ áÌÅìÀèÀùÑÇàöÌÇø, àÆùÑÀúÌåÉîÇí ëÌÀùÑÈòÈä çÂãÈä, åÀøÇòÀéÉðÉäÄé, éÀáÇäÂìËðÌÅäÌ; òÈðÅä îÇìÀëÌÈà åÀàÈîÇø, áÌÅìÀèÀùÑÇàöÌÇø çÆìÀîÈà åÌôÄùÑÀøÅà àÇì-éÀáÇäÂìÈêÀ, òÈðÅä áÅìÀèÀùÑÇàöÌÇø åÀàÈîÇø, îÈøÄàé çÆìÀîÈà ìùðàéê (ìÀùÒÈðÀàÈêÀ) åÌôÄùÑÀøÅäÌ ìòøéê (ìÀòÈøÈêÀ). 16 Su corazón sea mudado de corazón de hombre, y séale dado corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos.
éæ àÄéìÈðÈà ãÌÄé çÂæÇéÀúÈ, ãÌÄé øÀáÈä åÌúÀ÷Äó; åÀøåÌîÅäÌ éÄîÀèÅà ìÄùÑÀîÇéÌÈà, åÇçÂæåÉúÅäÌ ìÀëÈì-àÇøÀòÈà. 17 La sentencia es por decreto de los vigilantes, y por dicho de los santos la demanda:  para que conozcan los vivientes que el Altísimo se enseñorea del reino de los hombres, y que á quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres.
éç åÀòÈôÀéÅäÌ ùÑÇôÌÄéø åÀàÄðÀáÌÅäÌ ùÒÇâÌÄéà, åÌîÈæåÉï ìÀëÉìÌÈà-áÅäÌ; úÌÀçÉúåÉäÄé, úÌÀãåÌø çÅéåÇú áÌÈøÈà, åÌáÀòÇðÀôåÉäÄé, éÄùÑÀëÌÀðÈï öÄôÌÀøÅé ùÑÀîÇéÌÈà. 18 Yo el rey Nabucodonosor he visto este sueño.  Tú pues, Beltsasar, dirás la declaración de él, porque todos los sabios de mi reino nunca pudieron mostrarme su interpretación:  mas tú puedes, porque hay en ti espíritu de los dioses santos.
éè àðúä- (àÇðÀúÌÀ-) äåÌà îÇìÀëÌÈà, ãÌÄé øáéú (øÀáÇú) åÌúÀ÷ÅôÀúÌÀ; åÌøÀáåÌúÈêÀ øÀáÈú åÌîÀèÈú ìÄùÑÀîÇéÌÈà, åÀùÑÈìÀèÈðÈêÀ ìÀñåÉó àÇøÀòÈà. 19 Entonces Daniel, cuyo nombre era Beltsasar, estuvo callando casi una hora, y sus pensamientos lo espantaban:  El rey habló, y dijo:  Beltsasar, el sueño ni su declaración no te espante.  Respondió Beltsasar, y dijo:  Señor mío, el sueño sea para tus enemigos, y su declaración para los que mal te quieren.
ë åÀãÄé çÂæÈä îÇìÀëÌÈà òÄéø åÀ÷ÇãÌÄéùÑ ðÈçÄú îÄï-ùÑÀîÇéÌÈà åÀàÈîÇø âÌÉãÌåÌ àÄéìÈðÈà åÀçÇáÌÀìåÌäÄé, áÌÀøÇí òÄ÷ÌÇø ùÑÈøÀùÑåÉäÄé áÌÀàÇøÀòÈà ùÑÀáË÷åÌ, åÌáÆàÁñåÌø ãÌÄé-ôÇøÀæÆì åÌðÀçÈùÑ, áÌÀãÄúÀàÈà ãÌÄé áÈøÈà; åÌáÀèÇì ùÑÀîÇéÌÈà éÄöÀèÇáÌÇò, åÀòÄí-çÅéåÇú áÌÈøÈà çÂìÈ÷ÅäÌ, òÇã ãÌÄé-ùÑÄáÀòÈä òÄãÌÈðÄéï, éÇçÀìÀôåÌï òÂìåÉäÄé. 20 El árbol que viste, que crecía y se hacía fuerte, y que su altura llegaba hasta el cielo, y su vista por toda la tierra;
ëà ãÌÀðÈä ôÄùÑÀøÈà, îÇìÀëÌÈà; åÌâÀæÅøÇú òìéà (òÄìÌÈàÈä) äÄéà, ãÌÄé îÀèÈú òÇì-îÇøÄàé îÇìÀëÌÈà. 21 Y cuya copa era hermosa, y su fruto en abundancia, y que para todos había mantenimiento en él; debajo del cual moraban las bestias del campo, y en sus ramas habitaban las aves del cielo,
ëá åÀìÈêÀ èÈøÀãÄéï îÄï-àÂðÈùÑÈà åÀòÄí-çÅéåÇú áÌÈøÈà ìÆäÁåÅä îÀãÉøÈêÀ åÀòÄùÒÀáÌÈà ëÀúåÉøÄéï ìÈêÀ éÀèÇòÂîåÌï, åÌîÄèÌÇì ùÑÀîÇéÌÈà ìÈêÀ îÀöÇáÌÀòÄéï, åÀùÑÄáÀòÈä òÄãÌÈðÄéï, éÇçÀìÀôåÌï òìéê (òÂìÈêÀ):  òÇã ãÌÄé-úÄðÀãÌÇò, ãÌÄé-ùÑÇìÌÄéè òìéà (òÄìÌÈàÈä) áÌÀîÇìÀëåÌú àÂðÈùÑÈà, åÌìÀîÇï-ãÌÄé éÄöÀáÌÅà, éÄúÌÀðÄðÌÇäÌ. 22 Tú mismo eres, oh rey, que creciste, y te hiciste fuerte, pues creció tu grandeza, y ha llegado hasta el cielo, y tu señorío hasta el cabo de la tierra.
ëâ åÀãÄé àÂîÇøåÌ, ìÀîÄùÑÀáÌÇ÷ òÄ÷ÌÇø ùÑÈøÀùÑåÉäÄé ãÌÄé àÄéìÈðÈà, îÇìÀëåÌúÈêÀ, ìÈêÀ ÷ÇéÌÈîÈà--îÄï-ãÌÄé úÄðÀãÌÇò, ãÌÄé ùÑÇìÌÄèÄï ùÑÀîÇéÌÈà. 23 Y cuanto á lo que vió el rey, un vigilante y santo que descendía del cielo, y decía:  Cortad el árbol y destruidlo:  mas la cepa de sus raíces dejaréis en la tierra, y con atadura de hierro y de metal en la hierba del campo; y sea mojado con el rocío del cielo, y su parte sea con las bestias del campo, hasta que pasen sobre él siete tiempos:
ëã ìÈäÅï îÇìÀëÌÈà, îÄìÀëÌÄé éÄùÑÀôÌÇø òìéê (òÂìÈêÀ), åçèéê (åÇçÂèÈàÈêÀ) áÌÀöÄãÀ÷Èä ôÀøË÷, åÇòÂåÈéÈúÈêÀ áÌÀîÄçÇï òÂðÈéÄï; äÅï úÌÆäÁåÅä àÇøÀëÈä, ìÄùÑÀìÅåÀúÈêÀ. 24 Esta es la declaración, oh rey, y la sentencia del Altísimo, que ha venido sobre el rey mi señor:
ëä ëÌÉìÌÈà îÌÀèÈà, òÇì-ðÀáåÌëÇãÀðÆöÌÇø îÇìÀëÌÈà.  {ô} 25 Que te echarán de entre los hombres, y con las bestias del campo será tu morada, y con hierba del campo te apacentarán como á los bueyes, y con rocío del cielo serás bañado; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que entiendas que el Altísimo se enseñorea en el reino de los hombres, y que á quien él quisiere lo dará.
ëå ìÄ÷ÀöÈú éÇøÀçÄéï, úÌÀøÅé-òÂùÒÇø, òÇì-äÅéëÇì îÇìÀëåÌúÈà ãÌÄé áÈáÆì, îÀäÇìÌÅêÀ äÂåÈä. 26 Y lo que dijeron, que dejasen en la tierra la cepa de las raíces del mismo árbol, significa que tu reino se te quedará firme, luego que entiendas que el señorío es en los cielos.
ëæ òÈðÅä îÇìÀëÌÈà åÀàÈîÇø, äÂìÈà ãÈà-äÄéà áÌÈáÆì øÇáÌÀúÈà, ãÌÄé-àÂðÈä áÁðÇéÀúÇäÌ ìÀáÅéú îÇìÀëåÌ, áÌÄúÀ÷Çó çÄñÀðÄé åÀìÄé÷Èø äÇãÀøÄé. 27 Por tanto, oh rey, aprueba mi consejo, y redime tus pecados con justicia, y tus iniquidades con misericordias para con los pobres; que tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad.
ëç òåÉã, îÄìÌÀúÈà áÌÀôËí îÇìÀëÌÈà--÷Èì, îÄï-ùÑÀîÇéÌÈà ðÀôÇì:  ìÈêÀ àÈîÀøÄéï ðÀáåÌëÇãÀðÆöÌÇø îÇìÀëÌÈà, îÇìÀëåÌúÈà òÂãÈú îÄðÌÈêÀ. 28 Todo aquesto vino sobre el rey Nabucodonosor.
ëè åÌîÄï-àÂðÈùÑÈà ìÈêÀ èÈøÀãÄéï åÀòÄí-çÅéåÇú áÌÈøÈà îÀãÉøÈêÀ, òÄùÒÀáÌÈà ëÀúåÉøÄéï ìÈêÀ éÀèÇòÂîåÌï, åÀùÑÄáÀòÈä òÄãÌÈðÄéï, éÇçÀìÀôåÌï òìéê (òÂìÈêÀ):  òÇã ãÌÄé-úÄðÀãÌÇò, ãÌÄé-ùÑÇìÌÄéè òìéà (òÄìÌÈàÈä) áÌÀîÇìÀëåÌú àÂðÈùÑÈà, åÌìÀîÇï-ãÌÄé éÄöÀáÌÅà, éÄúÌÀðÄðÌÇäÌ. 29 A cabo de doce meses, andándose paseando sobre el palacio del reino de Babilonia,
ì áÌÇäÌ-ùÑÇòÂúÈà, îÄìÌÀúÈà ñÈôÇú òÇì-ðÀáåÌëÇãÀðÆöÌÇø, åÌîÄï-àÂðÈùÑÈà èÀøÄéã, åÀòÄùÒÀáÌÈà ëÀúåÉøÄéï éÅàëËì åÌîÄèÌÇì ùÑÀîÇéÌÈà âÌÄùÑÀîÅäÌ éÄöÀèÇáÌÇò--òÇã ãÌÄé ùÒÇòÀøÅäÌ ëÌÀðÄùÑÀøÄéï øÀáÈä, åÀèÄôÀøåÉäÄé ëÀöÄôÌÀøÄéï. 30 Habló el rey, y dijo:  ¿No es ésta la gran Babilonia, que yo edifiqué para casa del reino, con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi grandeza?
ìà åÀìÄ÷ÀöÈú éåÉîÇéÌÈà àÂðÈä ðÀáåÌëÇãÀðÆöÌÇø òÇéÀðÇé ìÄùÑÀîÇéÌÈà ðÄèÀìÅú, åÌîÇðÀãÌÀòÄé òÂìÇé éÀúåÌá, åìòìéà (åÌìÀòÄìÌÈàÈä) áÌÈøÀëÅú, åÌìÀçÇé òÈìÀîÈà ùÑÇáÌÀçÅú åÀäÇãÌÀøÅú:  ãÌÄé ùÑÈìÀèÈðÅäÌ ùÑÈìÀèÈï òÈìÇí, åÌîÇìÀëåÌúÅäÌ òÄí-ãÌÈø åÀãÈø. 31 Aun estaba la palabra en la boca del rey, cuando cae una voz del cielo:  A ti dicen, rey Nabucodonosor; el reino es traspasado de ti:
ìá åÀëÈì-ãàøé (ãÌÈéÀøÅé) àÇøÀòÈà, ëÌÀìÈä çÂùÑÄéáÄéï, åÌëÀîÄöÀáÌÀéÅäÌ òÈáÅã áÌÀçÅéì ùÑÀîÇéÌÈà, åãàøé (åÀãÈéÀøÅé) àÇøÀòÈà; åÀìÈà àÄéúÇé ãÌÄé-éÀîÇçÅà áÄéãÅäÌ, åÀéÅàîÇø ìÅäÌ îÈä òÂáÇãÀúÌÀ. 32 Y de entre los hombres te echan, y con las bestias del campo será tu morada, y como á los bueyes te apacentarán:  y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que conozcas que el Altísimo se enseñorea en el reino de los hombres, y á quien él quisiere lo da.
ìâ áÌÅäÌ-æÄîÀðÈà îÇðÀãÌÀòÄé éÀúåÌá òÂìÇé, åÀìÄé÷Çø îÇìÀëåÌúÄé äÇãÀøÄé åÀæÄéåÄé éÀúåÌá òÂìÇé, åÀìÄé, äÇãÌÈáÀøÇé åÀøÇáÀøÀáÈðÇé éÀáÇòåÉï; åÀòÇì-îÇìÀëåÌúÄé äÈúÀ÷ÀðÇú, åÌøÀáåÌ éÇúÌÄéøÈä äåÌñÀôÇú ìÄé. 33 En la misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fué echado de entre los hombres; y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se bañaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como de águila, y sus uñas como de aves.
ìã ëÌÀòÇï àÂðÈä ðÀáËëÇãÀðÆöÌÇø, îÀùÑÇáÌÇç åÌîÀøåÉîÅí åÌîÀäÇãÌÇø ìÀîÆìÆêÀ ùÑÀîÇéÌÈà, ãÌÄé ëÈì-îÇòÂáÈãåÉäÄé ÷ÀùÑÉè, åÀàÉøÀçÈúÅäÌ ãÌÄéï; åÀãÄé îÇäÀìÀëÄéï áÌÀâÅåÈä, éÈëÄì ìÀäÇùÑÀôÌÈìÈä.  {ô} 34 Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi sentido me fué vuelto; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre; porque su señorío es sempiterno, y su reino por todas las edades.
35 Y todos los moradores de la tierra por nada son contados:  y en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, hace según su voluntad:  ni hay quien estorbe su mano, y le diga:  ¿Qué haces?
36 En el mismo tiempo mi sentido me fué vuelto, y la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron á mí, y mis gobernadores y mis grandes me buscaron; y fuí restituído á mi reino, y mayor grandeza me fué añadida.
37 Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdad, y sus caminos juicio; y humillar puede á los que andan con soberbia.

 

Indice

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12