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äÄìÀëÌåÉú éÀñåÉãÅé äÇúÌåÉøÈä Las Leyes de los Fundamentos de la Torá

Esta nota antecede a la traducción de este capítulo debido a la decisión de algunos traductores de saltearlo al traducir las Leyes de los Fundamentos de la Torá por creerlo inocuo por su modo de tratar la astronomía. Nosotros, sin embargo, lo hemos traducido porque apreciamos la información, avanzada para su época, que el Rambam reprodujo en él ya que nos demuestra la enorme información con la cual este sabio contaba y su exactitud científica en muchos casos. Asimismo nos parece una desdeñosa falta no comprender que la intención del Rambam al incluir esta información en su Compendio de la Ley Hebrea es la de recalcar la importancia que la Torá le asigna a la ciencia para su buen conocimiento y para el reconocimiento de las maravillas de la creación. Llevándonos tal sobrecogimiento a admirar “a Aquel cuyo dicho realizara al mundo”.

ôÌÅøÆ÷ â Capítulo Tres

à åÀäÇâÌÇìÀâÌÇìÌÄéí, äÆí äÇðÌÄ÷ÀøÈàÄéí ùÑÈîÇéÄí åÀøÈ÷ÄéòÇ åÌæÀáåÌì åÇòÂøÈáåÉú; åÀäÆí úÌÄùÑÀòÈä âÌÇìÀâÌÇìÌÄéí--âÌÇìÀâÌÇì äÇ÷ÌÈøåÉá îÄîÌÆðÌåÌ äåÌà âÌÇìÀâÌÇì äÇéÌÈøÅçÇ, åÀäÇùÌÑÅðÄé ùÑÆìÌÀîÇòÀìÈä îÄîÌÆðÌåÌ âÌÇìÀâÌÇì ùÑÆáÌåÉ äÇëÌåÉëÈá äÇðÌÄ÷ÀøÈà ëÌåÉëÈá, åÀâÇìÀâÌÇì ùÑÀìÄéùÑÄé ùÑÆìÌÀîÇòÀìÈä îÄîÌÆðÌåÌ ùÑÆáÌåÉ ðÉâÇäÌ, åÀâÇìÀâÌÇì øÀáÄéòÄé ùÑÆáÌåÉ çÇîÌÈä, åÀâÇìÀâÌÇì çÂîÄéùÑÄé ùÑÆáÌåÉ îÇàÀãÌÄéí, åÀâÇìÀâÌÇì ùÑÄùÌÑÄé ùÑÆáÌåÉ ëÌåÉëÈá öÆãÆ÷, åÀâÇìÀâÌÇì ùÑÀáÄéòÄé ùÑÆáÌåÉ ùÑÇáÌÀúÇàé, åÀâÇìÀâÌÇì ùÑÀîÄéðÄé ùÑÆáÌåÉ ùÑÀàÈø ëÌÈì äÇëÌåÉëÈáÄéí ùÑÆðÌÄøÀàÄéí áÌÈøÈ÷ÄéòÇ, åÀâÇìÀâÌÇì úÌÀùÑÄéòÄé äåÌà âÌÇìÀâÌÇì äÇçåÉæÅø áÌÀëÈì éåÉí îÄîÌÄæÀøÈç ìÀîÇòÀøÈá. 1 Los zodiacos son los llamados cielo y firmamento, y zevul y `aravot; y son en total nueve. El más próximo a nosotros es el de la Luna, y el segundo encima de él es el zodiaco en el cual se encuentra la estrella llamada Estrella, y en el tercero se halla Venus, y en el cuarto se halla el Sol, y en el quinto se halla Marte, y en el sexto se halla la estrella Júpiter, y en el séptimo se halla Saturno, y en el octavo se halla el resto de los astros que se ven en el firmamento. Y el noveno zodiaco es aquel que todos los días se mueve desde el oriente hacia el occidente.
á åÀäåÌà äÇîÌÇ÷ÌÄéó àÆú äÇëÌÉì åÌîÀñÇáÌÅá àÆú äÇëÌÉì. åÀæÆä ùÑÆúÌÄøÀàÆä ëÌÈì äÇëÌåÉëÈáÄéí ëÌÀàÄìÌåÌ äÆï ëÌËìÌÈï áÌÀâÇìÀâÌÇì àÆçÈã åÀàÇó òÇì ôÌÄé ùÑÆéÌÅùÑ áÌÈäÆí æÆä ìÀîÇòÀìÈä îÄæÌÆä, îÄôÌÀðÅé ùÑÆäÇâÌÇìÀâÌÇìÌÄéí èÀäåÉøÄéí åÀæÇëÌÄéí ëÌÇæÌÀëåÉëÄéú åÀëÇñÌÇôÌÄéø; åÌìÀôÄéëÌÈêÀ øåÉàÄéï ëÌåÉëÈáÄéí ùÑÆáÌÀâÇìÀâÌÇì äÇùÌÑÀîÄéðÄé îÄúÌÇçÇú âÌÇìÀâÌÇì äÈøÄàùÑåÉï. 2 Siendo éste el que gira en torno a todo y todo lo circunda. Y la razón por la cual ves a todos los astros como si estuviesen en el mismo zodiaco, a pesar de hallarse unos más arriba que los otros, es por el hecho de que son puros y límpidos como el vidrio y el safiro. Y por eso se ven los astros hallados en el octavo zodiaco debajo del primero.
â [á] ëÌÈì âÌÇìÀâÌÇì åÀâÇìÀâÌÇì îÄùÌÑÀîåÉðÇú äÇâÌÇìÀâÌÇìÌÄéí ùÑÆáÌÈäÆí äÇëÌåÉëÈáÄéí, ðÆçÀìÈ÷ ìÀâÇìÀâÌÇìÌÄéí äÇøÀáÌÅä æÆä ìÀîÇòÀìÈä îÄæÌÆä ëÌÀîåÉ âÌÄìÀãÅé áÌÀöÈìÄéí: îÅäÆí âÌÇìÀâÌÇìÌÄéí ñåÉáÀáÄéí îÄîÌÇòÀøÈá ìÀîÄæÀøÈç, åÌîÅäÆí ñåÉáÀáÄéí îÄîÌÄæÀøÈç ìÀîÇòÀøÈá ëÌÀîåÉ äÇâÌÇìÀâÌÇì äÇçåÉæÅø äÇúÌÀùÑÄéòÄé. åÀëËìÌÈí, àÅéï áÌÅéðÅéäÆï îÈ÷åÉí ôÌÈðåÌé. 3 Cada uno de los ocho zodiacos en los cuales se hallan los astros se subdivide en muchos zodiacos, uno encima del otro. Asemejándose a los involucros de las cebollas, moviéndose algunos de ellos de occidente a oriente y otros de oriente a occidente como el noveno. Y entre todos ellos no hay espacio vacio.
ã [â] ëÌÈì äÇâÌÇìÀâÌÇìÌÄéí, àÅéðÈí ìÉà ÷ÇìÌÄéí åÀìÉà ëÌÀáÅãÄéí. åÀàÅéï ìÈäÆí ìÉà òÇéÄï àÈãÉí åÀìÉà òÇéÄï ùÑÈçåÉø åÀìÉà ùÑÀàÈø òÂéÈðåÉú; åÀæÆä ùÑÆàÈðåÌ øåÉàÄéï àåÉúÈï ëÌÀòÅéï äÇúÌÀëÅìÆú, ìÀîÇøÀàÄéú äÈòÇéÄï áÌÄìÀáÈã äåÌà, ìÀôÄé âÌÉáÇäÌ äÈàÇåÌÅéø. åÀëÅï àÅéï ìÈäÆí ìÉà èÇòÇí åÀìÉà øÅéçÇ, ìÀôÄé ùÑÀàÅéï àÅìÌåÌ äÇîÌÀàÉøÈòÄéí îÀöåÌéÄéí àÅìÈà áÌÇâÌåÌôåÉú ùÑÆìÌÀîÇèÌÈä îÅäÆí. 4 Los zodiacos no son ni pesados ni livianos. Ni tampoco son rojos, ni negros ni de ningún otro color y el hecho de que los vemos de color “tekhelet” se debe a una ilusión óptica causada por la altura del espacio. Asimismo no tienen ni gusto ni olor ya que tales cosas no son propias sino de los cuerpos inferiores a ellos.
ä [ã] ëÌÈì äÇâÌÇìÀâÌÇìÌÄéí äÈàÅìÌåÌ äÇîÌÇ÷ÌÄéôÄéï àÆú äÈòåÉìÈí ëÌËìÌåÉ--äÆï òÂâåÌìÄéï ëÌÇãÌåÌø, åÀäÈàÈøÆõ úÌÀìåÌéÈä áÌÈàÆîÀöÈò. åÀéÅùÑ ìÀîÄ÷ÀöÈú îÄï äÇëÌåÉëÈáÄéí, âÌÇìÀâÌÇìÌÄéí ÷ÀèÇðÌÄéí ùÑÀäÆï ÷ÀáåÌòÄéï áÌÈäÆï; åÀàÅéï àåÉúÈí äÇâÌÇìÀâÌÇìÌÄéí îÇ÷ÌÄéôÄéï àÆú äÈàÈøÆõ, àÅìÈà âÌÇìÀâÌÇì ÷ÈèÈï ùÑÀàÅéðåÌ îÇ÷ÌÄéó ÷ÈáåÌòÇ áÌÇâÌÇìÀâÌÇì âÌÈãåÉì äÇîÌÇ÷ÌÄéó. 5 Todos esos zodiacos que contornean a todo el mundo son redondos como una bola y está la Tierra pendiendo en el centro. Algunos de los astros se hallan fijos en pequeños zodiacos, no contorneando los mismos a la Tierra sino un pequeño zodiaco que no la contornea está fijo en uno grande que lo hace.
å [ä] îÄñÀôÌÇø ëÌÈì äÇâÌÇìÀâÌÇìÌÄéí äÇîÌÇ÷ÌÄéôÄéï àÆú ëÌÈì äÈòåÉìÈí, ùÑÀîåÉðÈä òÈùÒÈø; åÌîÄñÀôÌÇø ëÌÈì äÇâÌÇìÀâÌÇìÌÄéí äÇ÷ÌÀèÇðÌÄéí ùÑÀàÅéðÈï îÇ÷ÌÄéôÄéï, ùÑÀîåÉðÈä. åÌîÄîÌÇäÀìÇêÀ äÇëÌåÉëÈáÄéí åÄéãÄéòÇú ùÑÅòåÌø ñÀáÄéáÈúÈï áÌÀëÈì éåÉí åÌáÀëÈì ùÑÈðÈä åÌðÀèÄéÌÈúÈï ìÀøåÌçÇ öÈôåÉï åÀøåÌçÇ ãÌÈøåÉí åÌîÄâÌÈáÀäÈï îÅòÇì äÈàÈøÆõ åÌ÷ÀøÄéáÈúÈï, éÄåÌÈãÇò îÄñÀôÌÇø ëÌÈì àÅìÌåÌ äÇâÌÇìÀâÌÇìÌÄéí, åÀöåÌøÇú äÂìÄéëÈúÈï, åÀãÆøÆêÀ äÇ÷ÌÈôÈúÈï. åÀæåÉ äÄéà çÈëÀîÇú çÆùÑÀáÌåÉï úÌÀ÷åÌôåÉú åÌîÇæÌÈìåÉú, åÌñÀôÈøÄéí øÇáÌÄéí çÄáÌÀøåÌ áÌÈäÌ çÇëÀîÅé éÈåÈï. 6 Dieciocho es el número de zodiacos que contornean a todo el mundo y ocho el de los pequeños que no lo hacen. Y de la órbita de los astros y del conocimiento del tiempo de su órbita diaria y anual y de su inclinación hacia el norte y el sur y de su altura respecto de la Tierra y su proximidad a ella, se sabrá el número del total de los zodiacos y su tipo de movimiento y de giro. Esa es la ciencia del cálculo de las épocas y las constelaciones acerca de la cual escribieron muchos libros los sabios griegos
æ [å] âÌÇìÀâÌÇì äÇúÌÀùÑÄéòÄé ùÑÀäåÌà îÇ÷ÌÄéó àÆú äÇëÌÉì--çÄìÌÀ÷åÌäåÌ äÇçÂëÈîÄéí äÇ÷ÌÇãÀîåÉðÄéí ìÄùÑÀðÅéí òÈùÒÈø çÅìÆ÷, ëÌÈì çÅìÆ÷ åÈçÅìÆ÷ äÆòÁìåÌ ìåÉ ùÑÅí òÇì ùÑÅí öåÌøÈä ùÑÆúÌÅøÈàÆä áÌåÉ îÄï äÇëÌåÉëÈáÄéí ùÑÆìÌÀîÇèÌÈä îÄîÌÆðÌåÌ ùÑÀäÆí îÀëËåÌÈðÄéí úÌÇçÀúÌÈéå; åÀäÆí äÇîÌÇæÌÈìåÉú--ùÑÆùÌÑÀîåÉúÈí èÈìÆä, ùÑåÉø, úÌÀàåÉîÄéí, ñÇøÀèÈï, àÇøÀéÅä, áÌÀúåÌìÈä, îÉàæÀðÇéÄí, òÇ÷ÀøÈá, ÷ÇùÌÑÈú, âÌÀãÄé, ãÌÀìÄé, ãÌÈâÄéí. 7 Al noveno zodiaco, que todo lo contorna, lo dividieron los sabios de la antigüedad en doce partes, llamando a cada una de ellas de acuerdo a la forma que se distinga al observar a las estrellas que están por debajo de ella, en su dirección, siendo éstas las constelaciones cuyos nombres son: aries, tauro, géminis, cáncer, leo, virgo, libra, escorpión, sagitario, capricornio, acuario y piscis.
ç [æ] âÌÇìÀâÌÇì äÇúÌÀùÑÄéòÄé òÇöÀîåÉ, àÅéï áÌåÉ ìÉà çÂìË÷ÌÈä åÀìÉà öåÌøÈä îÄëÌÈì äÇöÌåÌøåÉú äÈàÅìÌåÌ åÀìÉà ëÌåÉëÈá, àÅìÈà áÌÀçÄáÌåÌø äÇëÌåÉëÈáÄéí ùÑÆáÌÀâÌÇìÀâÌÇì ùÑÀîÄéðÄé äåÌà ùÑÆéÌÅøÈàÆä áÌÀëåÉëÈáÄéí âÌÀãåÉìÄéí ùÑÆáÌåÉ úÌÇáÀðÄéú äÇöÌåÌøåÉú äÈàÅìÌåÌ, àåÉ ÷ÈøåÉá îÅäÆï. 8 El noveno zodiaco en sí no posee subdivisión alguna ni se distingue en el forma alguna como las mencionadas ni estrella alguna, sino es en su itercalación con el octavo zodiaco en que se le ven estrellas grandes formando esas formas u otras parecidas.
è åÀàÅìÌåÌ äÇùÌÑÀúÌÅéí òÆùÒÀøÅä öåÌøåÉú, ìÉà äÈéåÌ îÀëËåÌÈðåÉú ëÌÀðÆâÆã àåÉúÈï äÇçÂìÈ÷Äéí àÅìÈà áÌÄæÀîÈï äÇîÌÇáÌåÌì, ùÑÆáÌåÉ äÆòÁìåÌ ìÈäÆï ùÑÅîåÉú àÅìÌåÌ; àÂáÈì áÌÇæÌÀîÈï äÇæÌÆä, ëÌÀáÈø ñÈáÀáåÌ îÀòÇè, ìÀôÄé ùÑÆëÌÈì äÇëÌåÉëÈáÄéí ùÑÆáÌÀâÇìÀâÌÇì ùÑÀîÄéðÄé ëÌËìÌÈí ñåÉáÀáÄéí ëÌÀîåÉ äÇùÌÑÆîÆùÑ åÀäÇéÌÈøÅçÇ, àÅìÈà ùÑÀäÆï ñåÉáÀáÄéï áÌÄëÀáÅãåÌú. åÀçÅìÆ÷ ùÑÆúÌÀäÇìÌÇêÀ äÇùÌÑÆîÆùÑ ëÌÀðÆâÀãÌåÉ áÌÀéåÉí àÆçÈã, éÅìÅêÀ ëÌÀðÆâÀãÌåÉ ëÌÈì ëÌåÉëÈá îÅäÆï áÌÀ÷ÈøåÉá îÄùÌÑÄáÀòÄéí ùÑÈðÈä. 9 Esas doce formas no estuvieron alineadas respecto de esas subdivisiones sino en la época del diluvio, que fue cuando les pusieron tales nombres, pero en ésta época ya han girado un poco debido a que todas las estrellas del octavo zodiaco giran como el Sol y la Luna, aunque lo hacen pesadamente. Y el espacio que recorra el Sol en un día será el que recorra cualquiera de las estrellas en aproximadamente setenta años.
é [ç] ëÌÈì äÇëÌåÉëÈáÄéí äÇðÌÄøÀàÄéí--éÅùÑ îÅäÆï ëÌåÉëÈáÄéí ÷ÀèÇðÌÄéí ùÑÆäÈàÈøÆõ âÌÀãåÉìÈä îÅàÆçÈã îÅäÆï, åÀéÅùÑ îÅäÆï ëÌåÉëÈáÄéí ùÑÆëÌÈì àÆçÈã îÅäÆï âÌÈãåÉì îÄï äÈàÈøÆõ ëÌÇîÌÈä ôÌÀòÈîÄéí. åÀäÈàÈøÆõ âÌÀãåÉìÈä îÄï äÇéÌÈøÅçÇ ëÌÀîåÉ àÇøÀáÌÈòÄéí ôÌÀòÈîÄéí, åÀäÇùÌÑÆîÆùÑ âÌÀãåÉìÈä îÄï äÈàÈøÆõ ëÌÀîåÉ îÅàÈä åÀùÑÄáÀòÄéí ôÌÀòÈîÄéí; ðÄîÀöÈà äÇéÌÈøÅçÇ àÆçÈã îÄùÌÑÅùÑÆú àÂìÈôÄéí åÌùÑÀîåÉðÆä îÅàåÉú îÄï äÇùÌÑÆîÆùÑ áÌÀ÷ÅøåÌá. åÀàÅéï áÌÀëÈì äÇëÌåÉëÈáÄéí, ëÌåÉëÈá âÌÈãåÉì îÄï äÇùÌÑÆîÆùÑ åÀìÉà ÷ÈèÈï îÄëÌåÉëÈá ùÑÆáÌÀâÌÇìÀâÌÇì ùÑÅðÄé. 10 De todos los astros visibles hay algunos que son pequeños, siendo la Tierra mayor que uno de ellos, mientras hay otros varias veces mayores que la Tierra. La Tierra es mayor que la Luna unas cuarenta veces y el Sol es mayor que la Tierra unas ciento setenta veces. Por lo tanto la Luna es aproximadamente una de seis mil ochocientas veces del tamaño del Sol. No hay entre todos los astros ni uno mayor que el Sol ni uno menor que la Estrella que se halla en el segundo zodiaco.
éà [è] ëÌÈì äÇëÌåÉëÈáÄéí åÀäÇâÌÇìÀâÌÇìÌÄéí, ëÌËìÌÈí áÌÇòÂìÅé ðÆôÆùÑ åÀãÅòÈä åÀäÇùÒÀëÌÅì äÆí; åÀäÆí çÇéÌÄéí åÀòåÉîÀãÄéí åÌîÇëÌÄéøÄéí àÆú îÄé ùÑÆàÈîÇø åÀäÈéÈä äÈòåÉìÈí, ëÌÈì àÆçÈã åÀàÆçÈã ìÀôÄé âÌÈãÀìåÉ åÌìÀôÄé îÇòÂìÈúåÉ îÀùÑÇáÌÀçÄéí åÌîÀôÈàÂøÄéí ìÀéåÉöÀøÈí ëÌÀîåÉ äÇîÌÇìÀàÈëÄéí. åÌëÀùÑÅí ùÑÆîÌÇëÌÄéøÄéí àÅú äÇ÷ÌÈãåÉùÑ áÌÈøåÌêÀ äåÌà, ëÌÈêÀ îÇëÌÄéøÄéí àÆú òÇöÀîÈï åÌîÇëÌÄéøÄéí àÆú äÇîÌÇìÀàÈëÄéí ùÑÆìÌÀîÇòÀìÈä îÅäÆï. åÀãÇòÇú äÇëÌåÉëÈáÄéí åÀäÇâÌÇìÀâÌÇìÌÄéí, îÀòåÌèÈä îÄãÌÇòÇú äÇîÌÇìÀàÈëÄéí åÌâÀãåÉìÈä îÄãÌÇòÇú áÌÀðÅé äÈàÈãÈí. 11 Todos los astros poseen un alma, una percepción y un intelecto, y viven y existen y conocen a Aquel cuyo dicho realizara al mundo, cada uno de acuerdo con su grandeza y su nivel de encumbramiento loa y enaltece a su Formador, como los ángeles. Y así como conocen al Santo, bendito Sea, se conocen a sí mismos y a los ángeles que se hallan por encima de ellos. Y la percepción de los astros y los zodiacos es menor que la de los ángeles y mayor que la de los humanos.
éá [é] áÌÈøÈà äÈàÅì ìÀîÇèÌÈä îÄâÌÇìÀâÌÇì äÇéÌÈøÅçÇ, âÌÉìÆí àÆçÈã ùÑÀàÅéðåÌ ëÌÀâÉìÆí äÇâÌÇìÀâÌÇìÌÄéí; åÌáÈøÈà àÇøÀáÌÇò öåÌøåÉú ìÀâÉìÆí æÆä, åÀàÅéðÈí ëÌÀöåÌøÇú äÇâÌÇìÀâÌÇìÌÄéí. åÀðÄ÷ÀáÌÀòÈä ëÌÈì öåÌøÈä åÀöåÌøÈä áÌÀîÄ÷ÀöÇú âÌÉìÆí æÆä. 12 Creo Dios debajo del zodiaco lunar un elemento que no es como el de los zodiacos, y le creó cuatro formas, no siendo como las formas que se hallan en los zodiacos. Fijándose cada una de las formas en cierta parte de tal elemento.
éâ öåÌøÈä øÄàùÑåÉðÈä, öåÌøÇú äÈàÅùÑ ðÄúÀçÇáÌÀøÈä áÌÀîÄ÷ÀöÇú âÌÉìÆí æÆä åÀðÄäÀéÈä îÄùÌÑÀðÅéäÆí âÌåÌó äÈàÅùÑ; åÀöåÌøÈä ùÑÀðÄéÌÈä, öåÌøÇú äÈøåÌçÇ ðÄúÀçÇáÌÀøÈä áÌÀîÄ÷ÀöÈúåÉ åÀðÄäÀéÈä îÄùÌÑÀðÅéäÆí âÌåÌó äÈøåÌçÇ; åÀöåÌøÈä ùÑÀìÄéùÑÄéú, öåÌøÇú äÇîÌÇéÄí ðÄúÀçÇáÌÀøÈä áÌÀîÄ÷ÀöÈúåÉ åÀðÄäÀéÈä îÄùÌÑÀðÅéäÆí âÌåÌó äÇîÌÇéÄí; åÀöåÌøÈä øÀáÄéòÄéú, öåÌøÇú äÈàÈøÆõ ðÄúÀçÇáÌÀøÈä áÌÀîÄ÷ÀöÈúåÉ åÀðÄäÀéÈä îÄùÌÑÀðÅéäÆí âÌåÌó äÈàÈøÆõ. 13 La primera forma, la forma ígnea, se intercaló con cierta parte de este elemento y se formó de ellos el fuego; y la segunda forma, la forma aérea, se intercaló con cierta parte suya y se formó de ellos el aire; y la tercera forma, la forma acuática, se intercaló con cierta parte suya y se formó de ellos el agua; y la cuarta forma, la forma terrestre, se intercaló con cierta parte suya y se formó la tierra.
éã ðÄîÀöÈà ìÀîÇèÌÈä îÄï äÈøÈ÷ÄéòÇ, àÇøÀáÌÈòÈä âÌåÌôÄéï îËçÀìÈ÷Äéï æÆä ìÀîÇòÀìÈä îÄæÌÆä, åÀëÈì àÆçÈã åÀàÆçÈã îÇ÷ÌÄéó àÆú ùÑÆìÌÀîÇèÌÈä îÄîÌÆðÌåÌ îÄëÌÈì øåÌçåÉúÈéå ëÌÀîåÉ âÌÇìÀâÌÇì. äÇâÌåÌó äÈøÄàùÑåÉï äÇñÌÈîåÌêÀ ìÀâÇìÀâÌÇì äÇéÌÈøÅçÇ, äåÌà âÌåÌó äÈàÅùÑ; ìÀîÇèÌÈä îÄîÌÆðÌåÌ, âÌåÌó äÈøåÌçÇ; ìÀîÇèÌÈä îÄîÌÆðÌåÌ, âÌåÌó äÇîÌÇéÄí; ìÀîÇèÌÈä îÄîÌÆðÌåÌ, âÌåÌó äÈàÈøÆõ. åÀàÅéï áÌÅéðÅéäÆí îÈ÷åÉí ôÌÈðåÌé áÌÀìÉà âÌåÌó, ëÌÀìÈì. 14 Es decir que debajo del firmamento hay cuatro elementos divididos, el uno por sobre el otro, envolviendo cada uno al inferior por sus cuatro lados como una esfera. El primer elemento, el próximo al zodiaco lunar, es el fuego, debajo de él se halla el aire, debajo de él se halla el agua, debajo de él se halla la tierra. No habiendo entre ellos ningún lugar vacio carente de forma alguna.
èå [éà] àÇøÀáÌÈòÈä âÌåÌôåÉú äÈàÅìÌåÌ--àÅéðÈí áÌÇòÂìÅé ðÆôÆùÑ åÀàÅéðÈí éåÉãÀòÄéï åÀìÉà îÇëÌÄéøÄéï, àÅìÈà ëÌÀâåÌôÄéí îÅúÄéí; åÀéÅùÑ ìÀëÈì àÆçÈã åÀàÆçÈã îÅäÆí, îÄðÀäÈâ ùÑÀàÅéðåÌ éåÉãÀòåÉ åÀìÉà îÇùÌÒÄéâåÉ åÀàÅéðåÌ éÈëåÉì ìÀùÑÇðÌåÉúåÉ. åÀæÆä ùÑÆàÈîÇø ãÌÈåÄéã "äÇìÀìåÌ àÆú-ä', îÄï-äÈàÈøÆõ--úÌÇðÌÄéðÄéí, åÀëÈì-úÌÀäÉîåÉú. àÅùÑ åÌáÈøÈã" (úäéìéí ÷îç,æ-ç)--òÄðÀéÇï äÇãÌÀáÈøÄéí, äÇìÌÀìåÌäåÌ áÌÀðÅé àÈãÈí îÄâÌÀáåÌøåÉúÈéå ùÑÆúÌÄøÀàåÌ áÌÀàÅùÑ åÌáÈøÈã åÌáÄùÑÀàÈø áÌÀøåÌàÄéí ùÑÆúÌÄøÀàåÌ ìÀîÇèÌÈä îÄï äÈøÈ÷ÄéòÇ, ùÑÆâÌÀáåÌøÈúÈí úÌÈîÄéã ðÄëÌÆøÆú, ìÇ÷ÌÈèÈï åÀìÇâÌÈãåÉì. 15 Esos cuatro elementos carecen de alma, ni perciben ni conocen, siendo como cuerpos muertos y poseyendo cada uno una rutina que él no percibe ni cogita, no pudiendo cambiarla. Y aquello que dijera David "Alabad al Señor, desde la Tierra, monstruos y todos los abismos. El fuego y el granizo" (Sal. 148:7-8) se refiere a que Le loen los humanos cuando veáis Sus grandiosidades en el fuego, el granizo y el resto de las creaciones que veáis bajo el firmamento, ya que su grandiosidad siempre resalta, tanto ante el pequeño como ante el grande.

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